martes, 27 de noviembre de 2012

Crónica de la crónica.



Lo primero y más importante. Los dulces estaban riquísimos. En otra ocasión exploraremos las conexiones entre literatura y gastronomía (alguien mencionó “Como agua para chocolate” ) pero de momento quede constancia que en nuestro club esta relación no es un principio abstracto sino una esplendorosa praxis.
Dimos la bienvenida a un nuevo miembro del club, nuestro amigo Pepe, que aportó su entusiasmo por la conversación y su sapiencia garciamarquiana a la animadísima charla. Creo que efectivamente ha sido una tertulia muy animada y rica en aportaciones. Espigaremos algunas de ellas sin ánimo de ser exhaustivos.
El peso de tradiciones desfasadas, como por ejemplo un arcaico sentido del honor, lleva a los individuos a actuar en contra de su voluntad. Una acción que se rige por respeto al deber, en el caso de los hermanos Vicario el deber de lavar la honra de la hermana ultrajada, acaba convirtiéndose en una mala acción.  Ahora comprendemos lo absurdo de hacer residir la honra femenina en  el azaroso desgarro de una membrana. Pero todos convinimos en que ese tipo de prejuicios han causado mucho dolor  en muchas personas hasta hace poco. Las jóvenes embarazadas que tenían que casarse rápidamente para atenuar el oprobio social es el ejemplo más claro. Tal vez incluso este fenómeno siga dándose hoy día. Si creemos en el progreso moral es nuestra obligación erradicar esos absurdos prejuicios que condenan a las personas.
La cercanía del 25 de Noviembre contagió nuestra tertulia de interés por el tratamiento de la mujer en la novela. La concepción “samaritana” que García Márquez da en este libro a la prostitución también dio que hablar. Hubo quien se manifestó a favor de esta función social de la prostitución. Otros insinuaron la situación de esclavitud en la que viven las prostitutas. En cualquier caso nos llevamos  ideas para rumiar después del encuentro.
En general todos celebramos el estilo de García Márquez. Las ajadas hojas de los libros  prestados exhalan olor a guayaba y sabor a estribo herrumbroso.  . La descripción de los personajes es tan acertada que parece que estemos viendo desembarcar  a Bayardo San Juan con sus arreos plateados. El hecho de saber desde el mismo título el desenlace final no quita interés a la obra, que tiene una estructura circular: empieza como acaba. Poliédrica es la visión del narrador que va cediendo protagonismo a gran número de personajes que acaban componiendo un mosaico coral que pretende desentrañar la verdad de la muerte de Santiago Nasar. Pero a pesar de la multitud de testimonios muchos de nosotros estamos convencidos que la deshonrada doncella miente al pronunciar el nombre de Nasar. Y que la verdad queda oculta.
Sobre los personajes: Heroica (aunque tal vez más inconsciente que otra cosa) actitud de la novia Vicario al desdeñar la trampa que llevaba oculta en la maletita.  Estremecedor el ciego padre de los Vicario contestando a quien no debe, anclado en el patinillo como aquel otro desmemoriado anciano de “Cien años de soledad”. Grandeza del juez que en los márgenes del sumario escribe con sangre: “Dadme un prejuicio y moveré el mundo”.  Generosidad de Alejandrina y Cervantina al ayudar a toda una generación en los ritos de transición al mundo adulto. Costurerilla valiente sumergiéndose en el olvido a través del bordado.
El aleteo de una mariposa en el Amazonas puede provocar un huracán que deje sin luz a la gran manzana. Decisiones ajenas a nosotros pueden acabar arruinando nuestra vida. Que se lo digan si no a la prometida de Santiago Nasar. Estaba llamada a ser la gran señora de la hacienda y acaba siendo arrastrada por el lodo por un sargento chusquero.  También nuestras propias decisiones condicionan nuestra vida. Lo malo es que esto solo se puede saber a toro pasado. De ahí la dificultad de elegir y de vivir. ¿Qué hubiera sido de mi vida si…?
Seguro que se me olvidan cosas. Ya sabéis que podéis publicar bien a través de los comentarios o mandándome a través del correo vuestras aportaciones.
Un afectuoso saludo. Nos vemos con Honorato de Balzac y su “Piel de zapa”.

Crónica en la Wikipedia