miércoles, 1 de mayo de 2013

El maestro y Margarita. Mijail Bulgakov

Lectura muy interesante y divertida para todos los miembros del grupo, el simpático diablo de visita en Moscú a nadie dejó indiferente.

Las interpretaciones, como no podía ser de otro modo, fueron diferentes y enriquecedoras, desde la apasionada de Miguel relacionando al autor en su tiempo, criticando el sistema estalinista y a los miembros de la cultura oficial, a otros miembros que destacaron pasajes muy divertidos del libro.

En resumen , lectura muy atractiva y un sentir generalizado de que "El maestro y Margarita" merece al menos una segunda lectura para intentar atrapar esos detalles que en la primera lectura pudimos pasar por alto.

Historia de una maestra. Josefina Aldecoa.


Una tarde de Abril nos reunimos en la cálida compaña de nuestros cómplices letraheridos. Un Abril como el de aquel de hace más de 80 años. ¿Qué tendrá ese período de la historia de España del que no conseguimos despegarnos? A pesar del empacho una y otra vez volvemos a aquel sitio que nos explica muy bien quienes fuimos y quienes somos. La historia, maestra de vida.
Y hablando de maestras, aquí tenemos a Gabriela, nuestra maestrita, toda ilusión e ingenuidad, recogiendo las notas del último examen de la carrera. Al poco tiempo vemos  a nuestra heroína atravesando el Atlántico para llegar al último vestigio de nuestro imperio: Guinea Ecuatorial y Fernando Po. (En este punto es imposible contener la nostalgia que acerca el recuerdo de un mapa de España de vivos colores y en el que en una esquinilla, junto a las Canarias, se encuentra el destino de Joselito). Dicen las malas lenguas que Gabriela no podrá recuperarse ya de la vida palpitante del Trópico. Tampoco de aquel amor que pudo ser y no fue. La pobreza de medios suele venir, en el caso de la educación, contrarrestada paradójicamente con un entusiasmo desbordante. El de los niños y el de las maestras. Quien no se crea esto que digo que vea “Binta y la gran idea”.
Es nuestra admirada protagonista una mujer peculiar. Valiente: ¿cómo si no se podría embarcar uno rumbo a Guinea? Pero también excesivamente prudente: no da rienda al corazón loco. Es indudablemente generosa: se puede ser de otra manera siendo una buena maestra. Pero precisamente por eso nos choca su parálisis ante el entusiasmo revolucionario. El refugio en el ámbito privado (la niña, la familia, la casa) contrasta con su vocación ilustrada de cambiar la sociedad desde la educación. Hay un halo de desasimiento (¿qué diablos querrá decir esto?), como de ausencia, de extrañamiento. Es como si viendo pasar el río de la vida por su vera no se decidiera a tomar parte en él.
La segunda etapa, mejor dicho destino (“concurso de traslados” esta es la fatídica palabra), es en un pueblico que muy bien pudiera ser Juviles. Allá tuve la fortuna de acompañar a mi Gabriela particular y comprobar cómo en la España de los ochenta todavía no nos habíamos curado de los males que padece esta maestra de principios de los treinta. El alcalde maleducado y déspota, la precariedad de medios, el aislamiento en mitad de la nada, la convivencia con los niños fuera de las horas de clase. Es a pesar de todo, el momento más feliz en la biografía de Josefina, perdón Gabriela, tal vez por la claridad de un horizonte lleno de esperanzas. Tal vez el amor.
El último destino en el valle minero tiene decididamente otro color. Más negro y sombrío. Los bebés que se les mueren a las pobres e ignorantes madres en sus manos. Las invectivas reaccionarias del cura y de los caciques. El temor por la revolución aplastada. Las represalias. La cárcel. El final del sueño civilizatorio e ilustrado de la Segunda República. No hay figura que mejor encarne la belleza e ingenuidad de aquel experimento político que la de la maestra. Ideales nobles, entrega, entusiasmo frente a la España negra, triste y clerical.
Largo rato estuvimos discutiendo sobre la calidad feminista de Josefina. También sobre la pertinencia de juzgar épocas pasadas desde la actual. El debate se agitó al llegar a la República y la Guerra. Después de tanto tiempo seguimos sin ponernos de acuerdo. Seguiremos intentándolo.
PD: La torta estaba buenísima: larga vida a nuestro coordinador; sin embargo, y por poner algún pero, diría que el té estaba pelín aguado. Hermosa tarde de sol y libros. Otra pd: no dejen de ver el documental que trajo Castor sobre las Misiones Pedagógicas: es el libro.