martes, 26 de noviembre de 2013

La soledad de los números primos

¿Por qué lee uno novelas? Está claro que la literatura en general y la novela en particular en una forma entretenida de pasar el tiempo, de luchar contra el tedio, de buscar el placer y la emoción.  La novela también tiene virtudes “filosóficas”. Al penetrar en la vida de los otros, aunque éstos sean personajes ficticios, estamos investigando otras posibilidades de ser, de materializar “lo humano”, que no están prefijadas ni escritas en sitio alguno. Recuérdese al respecto la afirmación de Sartre: “Todo está inventado menos cómo vivir”. La novela es una respuesta a cómo vivir o cómo no vivir. (Además podríamos decir que las “materializaciones de ficción”  tienen la ventaja sobre las “materializaciones reales” de su inocuidad).
La novela es una escuela de autoconocimiento pues al seguir la peripecia de los personajes podemos identificarnos con ellos, rechazar sus apuestas, aclararnos la complejidad de causas que influyen en la acción, o el absurdo sinsentido de las mismas. Al sernos permitido asomarnos a sus emociones, sus razonamientos, sus decisiones aprendemos a ser.
¿Qué nos aporta “La soledad de los números primos” desde su dimensión “filosófica”? ¿Qué aspectos de la novela son “útiles” para reflexionar sobre nuestra vida?.
Hay una reflexión sobre la soledad y el amor. Tanto Alice como Mattia son dos personas solitarias, individualistas, problemáticas. Su inadaptación al mundo parece provenir de traumas infantiles (el accidente, la desaparición de ………). O tal vez los traumas son el resultado de una manera de ser inadaptada. 
En el caso de Alice destaca la presión del padre por que compita. Como observador circunstancial de niños en competición creo haber visto de todo. Chavales que han fortalecido su carácter con el entrenamiento y el afán de superación, y niños que se han hundido (recuerdo el hijo de cierto entrenador que seguramente tenía las mismas tentaciones que la joven Alice esquiadora). Presión excesiva, inapropiada, proyección sobre los hijos obligados a realizar aquello que el padre no pudo. En el caso de Alice su padre exigente, omnipresente y poco amoroso que acaba convirtiéndose en un personaje irrelevante cuando alcanza la adultez.
Alice inadaptada, que busca desesperadamente integrarse en el círculo de las chicas guay, superando todas las pruebas que la inocente crueldad infantil va proponiendo. ¿No es acaso la anorexia una enfermedad provocada por la necesidad de sentirse aceptados por los demás?
El origen de la inadaptación de Mattía es también la presión familiar. Claro que la presión a que lo somete su madre cuando le obliga a acudir a la fiesta con su hermana discapacitada tiene intenciones más aceptables que las del padre de Alice. Pero al cabo también resultan nefastas. Se nos antoja excesiva la carga que Mattía tiene que soportar en el cole, en la casa, en la vida. Es un niño “bueno” pero al que su hermana le está jodiendo la vida. Aunque la quiere y por eso le acompañará  indeleble sentimiento de culpabilidad por haberla perdido. Aquí también esa inocente crueldad infantil tendría algo que decir (las reacciones de los niños en clase, incluso de la maestra, la indiferencia despectiva del anfitrión en la fiesta de cumpleaños…).
Bueno aquí están, dos almas gemelas empujadas a la soledad por las cosas de la vida. Sólos Igual que los números primos. O incluso como los primos gemelos en parejas incomunicadas. Recuerdo una peliculilla de Mercero  llamada “Los pajaritos”. Contaba la difícil relación, a lo largo de la vida, de dos personas que se gustan pero que no se atreven a declararse. No sé como acaba  ( los niños “enamorados” acaban siendo abuelos con la misma incapacidad para comunicarse) pero había incluso poesía y ternura en esa falta de decisión en los enamorados platónicos. ¿No son Alice y Mattía como esos dos que aún queriéndose no tienen esa valentía  para reconocerlo y vivir juntos su amor?
Alice y Mattía son dos enfermos traumatizados por una infancia complicada. Esas vivencias les impiden tener una relación amorosa basada en la generosidad y en la entrega. ¿No es acaso Alice desleal con Fabio al ocultarle sus problemas? ¿No tiene razón Fabio cuando la acusa de egoísta e irresponsable? Las pulsiones autodestructivas de Mattía (aunque podamos comprenderlas) le llevan a ser incapaz de tener una relación seria y madura con cualquier ser humano.  ¿Cómo explicar si no la huida furtiva de la casa de la bella Nadia? ¿O su pasividad cuando Alice se está “confirmando” como una alternativa sólida al exilio en la helada Universidad nórdica.
Hay a lo largo del libro varios momentos en los que los personajes a pesar de que saben “lo que tienen que hacer” dejan de asumir su protagonismo dejándose ir y permaneciendo inactivos. Hay una especie de fatalismo que impide a estos tomar las riendas de su vida. El mismo “decalage” que existe entre la comprensión teórica de un problema y la insolubilidad práctica del mismo.

El final de la novela es sorprendente. Uno se imagina al escritor calibrando las distintas posibilidades. El happy end de comer perdices se descarta con demasiada facilidad. Es la condena a la soledad. La imposibilidad de una relación normal y de un final feliz como en los cuentos. Son dos tarados que no están dispuestos a rehabilitarse. Ahí los deja el escritor. Sólos, cada uno por su lado, en sendos bancos distanciados por miles de kilómetros, echando pan a los patos, escépticos sobre el amor pero con un punto de felicidad en sus atormentados corazones.

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